La convivencia escolar ha transitado por diversos caminos, que permiten que su abordaje tenga relación con múltiples prismas generadores de posibilidades y tensiones en el ámbito educativo. Desde las miradas más reduccionistas se instala el énfasis en la resolución de conflictos, patologizando a las personas involucradas en el acto, lo que se ve incrementado cuando las quejas son repetitivas. Sin embargo, un abordaje más integral considera factores positivos, involucrando una comprensión profunda de los fenómenos instalados en la cul-tura, realizando acciones con sentido que van más allá de un croquis, permitiendo analizar tópicos desde en-foques que consideran los derechos humanos, la resiliencia y el buen trato.
El giro del pathos al ethos, cambia la escala epistemológica y refunda el significado de la pregunta por el convive-re, permitiendo analizar cómo la escuela resuelve sus complejidades asumiendo parte importante de la res-ponsabilidad de lo que en ella ocurre. Lo patológico se debe quebrantar para permitir una diversidad que conlleve respeto desde la base para un reconocimiento de lo humano como opera prima en el convivir.